Memorias del comienzo:
El Lunes 28/07/08, un grupo de intelectuales, personas de la cultura y trabajadores de todos los sectores de la provincia de San Juan, respondieron a una convocatoria para reflexionar desde la UNSJ sobre la situación del país y los intentos destituyentes que se propinaban a un gobierno popular y democrático, desde algunos sectores de nuestra sociedad (las cuatro entidades agrarias, la nueva derecha, los medios de comunicación, políticos oportunistas, etc).
A partir de esta primera reunión, se fueron sucediendo reuniones semanales para reflexionar sobre la situación del país.
El día Jueves 14/08/08, el grupo de autoconvocados deciden adherir a Espacio Carta Abierta como forma de sumar a un colectivo nacional, en defensa de un gobierno popular democráticamente elegido y a favor de la redistribución de la riqueza, manteniendo un espíritu crítico.
A partir de entonces, las reuniones se suceden en forma semanal.
El día Martes 02/09/08, se aprobó la constitución del Espacio Carta Abierta San Juan.
Seguimos trabajando juntos, gente de pensamiento diverso, plural, de un modo horizontal y democrático.
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Primer documento convocando a Espacio Carta Abierta San Juan
"El largo conflicto del agro muestra la dura resistencia con la que chocan algunos aspectos centrales del proceso de transformaciones iniciado en 2003. Durante cuatro meses la sociedad argentina vivió bajo la tensión de una protesta sectorial que utilizó métodos de una violencia inédita en las pujas sociales en nuestro país.
La derrota en el Senado del proyecto de ley en relación a las retenciones móviles es una derrota circunstancial de una política, pero crea una nueva escena política con nuevos desafíos e interrogantes, y obliga a reflexionar sobre las implicancias de esta decisión. Por ejemplo, qué camino debe tomar el Gobierno de aquí en más, y de qué manera, los sectores que se llaman a sí mismos progresistas, puedan encontrarse en una amplia coalición que permita defender, no sólo el sistema democrático, sino también todo lo que en los últimos cinco años se ha logrado en materia de recuperación económica con su consecuencia de crecimiento sostenido y disminución de la pobreza; sumado esto a la reivindicación siempre postergada de los derechos humanos, a la reafirmación de la autonomía nacional, y al retorno de negociaciones financieras internacionales menos “carnales”.
También obliga, desde esa percepción, fundamentalmente al gobierno, a revisar sus “asignaturas pendientes”, propias de las particulares incapacidades de logros, errores de estrategia política, y de la herencia liberal que se sigue enseñoreando, entre otras cosas, en un Estado debilitado, desarticulado, desacreditado por la crisis de representatividad de los partidos políticos, con un aparato productivo en el que algunos obtienen rentas extraordinarias mientras que otros apenas pueden sostener su inversión; y además, y fundamentalmente, con la ruptura del tejido social.
Sobre el llamado “conflicto del campo”
El conflicto del campo fue (quizá correspondería decir: es) de una dimensión que obliga a un debate imposible de soslayar. La cobertura que de él hicieron los medios de comunicación se limitó a plantear el problema de manera dicotómica frente a una realidad muchísimo más compleja y difusa.
De esta manera instalaron un dilema equívoco: campo-gobierno, que abroquelaron a muchos pequeños y medianos productores con los sectores concentrados a pesar de la objetiva contradicción de intereses.
Nunca, durante todo el proceso, una explicación que aportara al conocimiento, a la reflexión y al la discusión sobre el conflicto.
Por el contrario, apelaron a un “presunto” sentimiento nacional postulando una identificación Patria-Campo expresada en slogans del tipo: “Todos somos el campo”, “El campo es la reserva moral de la Nación”, “Todos vivimos del campo”.
Sabemos que hay muchísimas hipótesis en torno a este conflicto y otros tantos intereses que no podremos dilucidar mientras éste se desarrolle (porque entendemos que el conflicto no ha concluido, aún). También sabemos que hay muchísima desinformación al respecto
Y entonces?
Es importante, entonces, que las definiciones empiecen por lo principal: ¿estamos a favor de que el Estado intervenga para establecer equilibrios y controles en la economía a favor de la redistribución de la riqueza y la protección del alimento de los argentinos o debe dejarse la distribución en manos del mercado y que el Estado se ocupe de garantizar tan sólo “seguridad jurídica” a la inversión?
Si es lo primero, reivindicamos entonces la competencia estatal de captar y redistribuir las rentas socialmente generadas, (más aún cuando estas provienen de la explotación de recursos naturales como la tierra, los hidrocarburos, los minerales o los recursos pesqueros) y señalamos la necesidad de avanzar en una reforma impositiva de carácter progresivo.
Es evidente que la arquitectura política de la coalición que gobierna el país es insuficiente, pero no es esto algo sobre lo que nosotros debamos definirnos en esta instancia. Lo que sí podemos valorar es que, si algo de positivo tuvo la votación en el Senado, es que alineó y ubicó a quienes representan un modelo agroexportador dependiente y excluyente, lo que al mismo tiempo evidencia la superación de las antinomias partidarias tradicionales por reagrupamientos ligados claramente al progresismo o al conservadorismo neoliberal.
Nosotros proponemos avanzar hacia una sociedad progresista. Y esto supone un Estado fuerte; un Estado que recaude rentas extraordinarias que impliquen más equidad, mayor y mejor distribución del ingreso, infraestructura, provisión elemental de bienes públicos, y la capacidad de articular políticas productivas.
Queremos construir una sociedad más democrática, justa e igualitaria. Para ello, urge planificar democráticamente el desarrollo del país, dando prioridad a la satisfacción de las necesidades de la población trabajadora y el real cumplimiento de sus derechos políticos, económicos, sociales y culturales.
“La democracia cuando está dotada de contenidos reales debe ser capaz de resolver los conflictos no predicando consensos abstractos, sino confrontando cuáles son las transferencias que subyacen a las políticas públicas. Hoy las transferencias reclamadas por los concentrados del campo involucran la vida cotidiana de decenas de miles de personas que habitan este país para signarlas con más y nuevas carencias.” (Paula Abal Medina)
Y la Universidad, qué tiene que ver?
Hace unos años que la Universidad ha perdido una centralidad indiscutible generada sobre la base de que ella albergaba en su seno al sujeto ilustrado de la modernidad. Esto la ubicaba en un lugar socialmente privilegiado.
Hoy, no sólo se descree que la Universidad pueda ser el centro de cualquier cambio fundamental en la vida del país, sino que además, muy preocupada en la formación de los profesionales que respondan a las “demandas del mercado” se la percibe ajena a las grandes discusiones que conmueven la vida democrática nacional.
La autonomía, largamente reclamada y valorada, se ha visto permeada fuertemente por un modelo que privilegia la eficiencia más allá del compromiso.
La autonomía es un derecho, pero también es un deber y hace a la esencia universitaria que define qué universidad y para quién.
La comunidad universitaria debe definir el rumbo de la universidad, y esto debe hacerlo con el país, con sus necesidades y perspectivas y no al margen de él. Debe “pensar” el país y participar en su cotidiana construcción. Los universitarios somos miembros de una comunidad nacional que cumple una función específica y que, creemos, le debe a la sociedad un discurso desmitificador y que trascienda la defensa de intereses particulares.
Esto obliga a la participación de la universidad al debate actual y en todo otro debate que comprometa los intereses y la vida misma de la Nación.
Frente al silencio en las aulas y la desmovilización de varios actores universitarios pretendemos aportar y participar con estas reflexiones y nuestra participación, en la construcción de una voz alternativa que busque sumar otras voces fuera de la universidad respecto de todo lo que concierne a la Argentina para los tiempos que vienen.
Esta es una de las razones de esta convocatoria.
Es necesario disponerse a librar una compleja batalla cultural para dar soporte activo de mayorías a un nuevo rumbo para la Argentina Y en esta batalla cultural es crucial la participación activa de los distintos sectores sociales, intelectuales (Carta abierta de Intelectuales, por ejemplo); y de otros colectivos, que orienten en el sentido del desarrollo de una conciencia progresista y solidaria, contra los embates destituyentes de las fuerzas neoconservadoras.
Debemos pasar del individualismo a la construcción colectiva. Hasta la oligarquía ha contradicho su origen y ha apelado a las movilizaciones masivas; a las expresiones colectivas. No se puede retroceder. No se puede regalar las ideas; no se puede ni se debe entregar la calle.
La democracia sin contenido sirve de poco, pero todos los contenidos que podamos desarrollar, sin democracia no sirven de nada. Tenemos que llenar la democracia de contenido. Contenido del que la ha vaciado el neoliberalismo.
Como docentes universitarios debemos hacer que la política vuelva a los jóvenes y los jóvenes a la política. Es indispensable que los jóvenes participen; que discutan y que sean críticos implacables de nuestras claudicaciones.
Esa es nuestra responsabilidad, la que plantea un debate; un ejercicio de la crítica sobre lo que está mal encaminado y sobre lo que falta, una construcción colectiva necesaria que no admite postergaciones en la búsqueda de reunir a los sujetos y a las diversas reivindicaciones sociales siempre presentes en los movimientos populares.
A esto convocamos.
“Todo lo expresado y resumido da pie a la necesidad de creación de un espacio político plural de debate que nos reúna y nos permita actuar colectivamente. Experiencia que se instituye como espacio de intercambio de ideas, tareas y proyectos, que aspira a formas concretas de encuentro, de reflexión, organización y acción democrática con el Gobierno y con organizaciones populares para trabajar mancomunadamente, sin perder como espacio autonomía ni identidad propia.” (1ª. Carta abierta de los Intelectuales)
Si no intervenimos en este momento y somos superados por los intereses siempre presentes de la oligarquía, pasarán muchos años hasta que el país pueda volver a pensar en la utopía."